El bajo rendimiento escolar en niños y jóvenes muchas veces tiene su origen en problemas visuales no diagnosticados, según explicó Mercado Alfaro, especialista en salud visual. Condiciones como miopía, hipermetropía y astigmatismo pueden dificultar que los estudiantes vean correctamente el pizarrón o realicen tareas cotidianas, afectando su aprendizaje y comportamiento.
“Cuando los niños no ven bien las letras del pizarrón, se les etiqueta como imperativos o distraídos, pero en realidad pueden necesitar lentes”, comentó Alfaro. Síntomas como dolores de cabeza, choques frecuentes con objetos o dificultad para leer suelen atribuirse erróneamente a otros problemas, cuando en realidad son señales de una visión deficiente.
Enfermedades visuales como cataratas, retinopatía diabética y pterigiones (carnosidad), también son comunes en la región peninsular. La retinopatía diabética, relacionada con niveles altos de glucosa, puede llevar a la ceguera si no se trata oportunamente. Por su parte, las cataratas y los pterigiones son agravados por la exposición al sol, mientras que el ojo seco es frecuente debido al uso de aire acondicionado y ventiladores en zonas cálidas.
“Es fundamental detectar a tiempo estas condiciones, especialmente en los niños, para evitar complicaciones mayores. Muchas de estas enfermedades pueden corregirse con el uso de lentes o tratamientos adecuados”, enfatizó Alfaro.
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