Everardo Moreno Cruz (*)
El diccionario de la Real Academia de la Lengua explica que por investidura debe entenderse la adquisición de un cargo o dignidad, en el momento en el que se toma posesión del mismo.
En tal virtud, hemos de entender que la “investidura presidencial” en nuestro gran país, se adquiere en el momento en el que el titular del Ejecutivo rinde su protesta ante el Congreso de la Unión, en la que ha jurado gobernar respetando nuestras leyes, y desempeñar “leal y patrióticamente” el cargo que el pueblo le ha conferido.
Las anteriores reflexiones las hago porque se las hemos escuchado, en diversas ocasiones, al Presidente que ha justificado su ausencia de Acapulco, después de haber sido gravemente dañado por un huracán. Ha dicho que no ha ido para evitar que se le hagan reclamos que pudieran ser ofensivos, y que con eso se dañe “la investidura presidencial” que tiene la obligación de cuidar sea respetada. Esa opinión es una más de las muchas desafortunadas que le conocemos desde que inició su Gobierno.
López Obrador es un servidor público electo por el pueblo, debe estar a su servicio, y puedo asegurar que nadie le hubiera reclamado de manera grosera su presencia si hubiera llegado a recorrer las colonias y las zonas más afectadas por ese fenómeno meteorológico; ignoro la causa real de su proceder negligente en ese sentido.
Todos los presidentes de la época “neoliberal”, como él le llama, tan socorrida con sus epítetos peyorativos que usa casi a diario para calificarla, tan pronto se conocía el resultado devastador de un ciclón, se trasladaban de inmediato para supervisar las obras de restauración, de dotación de despensas, ropa, medicinas, y lo que pudieran requerir los damnificados.
No viajaban en un vehículo terrestre, para evitar quedar atascados en el lodo, porque ya tenían helicópteros y aviones, como de los que ahora dispone el Gobierno. Cuidaban la “investidura presidencial”, para no quedar esperando que su jeep fuera rescatado.
La preocupación del actual Presidente por cuidar la “investidura presidencial” no ha servido para evitar que él mismo la lastime y deteriore.
Entre los hechos más recientes que podemos citar como ofensas a esa investidura, tenemos sus infundadas críticas en contra de la Universidad Nacional Autónoma de México. Nunca, desde Palacio Nacional, se había hablado de esa manera de las autoridades universitarias.
Con una irresponsabilidad preocupante y grave, porque como él mismo lo ha dicho, no es Andrés Manuel, sino el Presidente de la República, critica al rector Graue desconociendo por ignorancia o mala fe, todo lo alcanzado durante su rectorado, para bien de la más importante institución cultural de México.
Y con ese ánimo que le impulsa a hablar, reflexiona sobre la Universidad de la que es egresado, y hace recomendaciones, a pesar de carecer del conocimiento de la institución. Expresa que “debe acercarse al pueblo”, que útil será, para que deje de seguir ofendiendo “la investidura”, conociera que el número mayoritario de los alumnos que ahí estudian, son de recursos económicos limitados.
De la misma forma, para seguir lastimando la “investidura” critica al nuevo rector, que el viernes tomó posesión, y lo hace por las amistades que dice saber que tiene y desconoce sus méritos académicos y su trayectoria ejemplar de universitario.
Ante este panorama, esperemos que deje de lesionar la “investidura presidencial” con la vehemencia y frecuencia que lo hace.
(*) Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.
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