La Tía Rata no tiene remedio. Insiste enfermizamente en negar que aumenta de manera grave la delincuencia en las tierras de la Culebra y la Garrapata.
Estamos condenados al retraso, la represión, la vulgaridad, los sinsentidos y el cinismo. Es por demás insistirle a la Tía Rata que el crecimiento de la delincuencia en las tierras de la Culebra y la Garrapata es una verdad imposible de ocultar, porque los afectados existen, son de carne y hueso, expone el poeta Casimiro en su casi rutinario encuentro en el Parque Principal con don Memín, don Julián y la exburócrata doña Chela.
—Escuché parte de su bodrio de programa el Martes de Enlodar, en donde insiste en minimizar el aumento exponencial de la delincuencia organizada. Sin sustento y sin vergüenza expone que todavía nos encontramos en una entidad tranquila, donde es bajísimo el nivel de inseguridad, comparado con otros sitios del país, lo ataja don Memín.
Y el viejo lustrador de calzado continúa su intervención en la plática. Cómo extraño los años juveniles, en que se podía caminar por las calles sin riesgo de ser asaltado o molestado. Las puertas de las casas se fijaban con aldabas. Los vecinos se cuidaban entre sí, y era rarísimo escuchar que a alguien se le hubiera extraviado algo. Fueron otros tiempos, que ya no volverán, comenta, cierra los ojos y suspira.
—Tienes toda la razón Memín, le señala doña Chela. Con el paso de los años las imágenes de las ciudades y en concreto de la entidad en lo general, se fue descomponiendo, pero no a grado tal que se temiera salir a la calle o circular por los caminos. El desfase se empezó a agravar en este Gobierno de la Tía Rata.
Se le ha hecho ver a la anciana decrépita que de continuar el crecimiento delincuencial, podríamos llegar a padecer el terror que sufren los habitantes del norte del país. Pero le vale un comino que con el paso del tiempo, más de tres años al frente del imperio, la sociedad cansada de su ineficiencia, su terquedad y su deslealtad, la rechace y le exija resultados.
—A la hija del Sátrapa Negro no le interesa lo que ocurra en las tierras de la Culebra y la Garrapata, porque nunca ha vivido aquí. No es un secreto para nadie que la mayor parte de su tiempo lo dedica a la atención de sus negocios, inclusive allende de nuestras fronteras. Y lo niega con un cinismo que asusta.
Es riquísima ella y su familia, por las bribonerías de su padre, el Sátrapa Negro, que tuvo entre otros el cargo que hoy ella ocupa, y se llevó hasta tierra en las uñas, expone don Julián, que aclara que él puede aseverar lo que dice, porque lo vivió.
Por eso no le preocupa la seguridad, la salud, la educación, el empleo y otros satisfactores que se merecen los habitantes de la entidad. Ella nació en pañales de seda y disfruta de lo malhabido, además de lo que se ha robado en los diversos sitios por donde ha pasado. Es incorregible. Y ni modos, a nosotros que nos lleve la chingada.
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