José Rubinstein
Anticipando los tiempos electorales, calentamos ya motores en franco proselitismo de precampañas, por un lado, las “corcholatas” de Morena recorren el país —eso sí, sin hacer campañas— en pos de elegir al “Coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación”, para posteriormente transformarse en candidato presidencial.
Por otro lado, la oposición agrupada en el Frente Amplio por México, luego de haber concluido con el requisito de presentación de mínimo 150 mil firmas de apoyo, designó cuatro finalistas —que pronto quedarán en tres— quienes participarán en cinco foros regionales, bajo el escrutinio público, para finalmente presentar al vencedor el próximo 3 de septiembre como el candidato presidencial de la oposición aliancista.
Entre las “corcholatas”, si lo que parece es, Claudia Sheinbaum será la ungida por Morena, pero si al más fogueado se le concediera chance, entonces podría ser Marcelo. En cuanto al Frente Amplio por México, ocurrió algo que no estaba en el horizonte, de la noche a la mañana se alzó la muy, pero muy, posible candidatura de la senadora panista —no afiliada al PAN— Xóchitl Gálvez.
Luego de haber denostado públicamente el presidente López Obrador a la senadora Xóchitl Gálvez, Xóchitl promovió un amparo ante el juez Octavo de Distrito en Materia Administrativa, Martín Santos, el cual ordena a AMLO evitar y eliminar expresiones de malicia y discursos de odio.
En respuesta, López Obrador despotricó contra el juez que otorgó el mencionado amparo, culpándolo de proceder de forma sectaria, ilegal e injusta, además de politiquera. “No se la voy a dejar pasar a este juez que tiene un historial de protección a delincuentes de cuello blanco y a potentados… Voy a denunciarlo por todos los antecedentes y por lo que está haciendo en mi contra”.
Es así como a un asunto ajeno al jefe del Ejecutivo se le otorgó exageradas proporciones, al grado de que AMLO efectivamente no se la dejó pasar al juez Martín Santos, al cual le envió una carta calificándolo como juez de consigna al servicio de la pandilla comandada por Claudio X González y el conservadurismo corrupto.
¿Por qué la obsesión presidencial de mencionar cada mañana a una senadora de oposición insistiendo en que no la menciona, inflando sus posibilidades de competir por la grande, por qué el Presidente interviene en una elección en la que él ya no compite, por qué crear controversias para luego intentar resolverlas de mal modo?
En tanto, prosigue el Viacrucis electoral.
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